Del Otro Lado

Hay un hombre
desanclado de su sombra;
A modo de espíritu recorre los pasillos 
de su encierro.

Rodeado de máscaras, de criaturas ofensivas,
deambula de un lado a otro 
sin detenerse,
sin respirar del mismo aire durante mucho rato,
sin musitar palabra de sí mismo;
Evitando Ser demasiado,
oscureciéndose
de la luz
que le resuena afuera.

Hay un hombre, temeroso de oído,
trémulo y perseguido por los seres que le rodean;
Asustado, piensa que es injusto sentir tanto
(miedo desmedido) en tan poco cuerpo,
cuando en el espacio ínfimo 
de su alma
se convierte, de repente, en muchedumbre.

Hay un hombre sin salida ni descanso,
¡que ni pudo soñar que duerme!
rodeado de esos malditos
que le acarician el cabello con la punta de sus dedos lacios,
inertes,
invisibles e imposibles, pero que
si 
que percibe en su tacto.

Hay un hombre que bordea la locura
de ser nadie y ser todo a un tiempo:
De ser él y también las criaturas que emergen 
de cada espejo
roto
de su cuerpo.

Hay un hombre solo que gritó, y su voz fue un eco
multitudinario 
de brillantes reflejos y frías negruras invertebradas.

Epitafio para un poeta

Fotografía: remigiosol.wordpress.com

Se fue sigiloso, con el alma fruncida,
transitando con zapatos nuevos
-de pulcra madera-
desde el horizonte de su huella
hacia la orilla inversa
de un río sin memoria y silencioso.


Dicen que vivió
con la tibieza de un pájaro herido
y la mirada anegada de amapolas;

Dijo que brotaron de su boca flores
sobre lo bello, sobre el mar y las olas,
sobre el amor y la muerte.
Y por lo idéntico escupió serpientes.

Dicen que no se dejó palabras anilladas
entre los dedos,
que escondió versos luciendo
en cientos de soles durmientes;

Dijo que nació poeta una vez,
una sola,
para poder morir poema mil veces.

Etérea sustancia.

Así, etérea se revela
y pareciera que está hecha sólo de humo
o toda ella entera de fragancias;

Son sus pasos el murmullo de un relegado río
ceñido de entalladas y verdes plantas,
juncos huecos acallados por el viento frío
y en perpetua duermevela con el agua.

Pero hay un calor fluyente y cristalino
que adivino, donde enmarcan el vano sus pestañas
y que generan el azul ultramar más marino,
o el marrón ambarino de la hierba más clara;

¡Son sus ojos incorpóreos tan felinos
- y tan confusos -
cuando reflejan la imaginaria mar en calma!

Así, etérea se revela
- aunque pareciera que está hecha sólo de humo
o toda ella entera de fragancias -
Y sin existir, existe, como intuyo
pero como si nunca más hembra humana fuera
y mis desheredados ojos ver ya no vieran
su forma de musa vaporosa y ligera
en eterna y etérea sustancia.

 

 

El ancho silencio de la piedra.

-Transitar, aún más que eso,
eclipsarse
desde el momento del nacimiento
sin demora
sin mirar atrás mientras
se atestan los bolsillos de cenizas-

Me colmaran la boca de flores sin sonrisa
y hablaran con palabras que hablé
cuando poseía lengua;
Seré acicalado sin colores
cetrino y transparente seré.
Seré el reflejo de la ojeada del itinerante
tras el impoluto cristal.

Y será una eternidad el único sustento
para las mariposas de los huesos
-mientras días y noches
disipan su significado-
cuando sean las manos pétreas raíces
y los ojos limbos vacíos de tiempo.

Rectangular será la abertura,
límite hermético de la casa sin cimientos
tras el ancho silencio de la trampa oscura;
Punteada por fuera de verdes plantas será.
Y nadie sabrá que tal vez sólo sean sueños.

Medias de seda.

Extracto modificado de fotografía. Raven Macabre

Hubo un ardor - en azul fuego - horneando tus ojos
y el rojo carmín te inundaba los labios
con el color de las manzanas en primavera.
Liberaste tu pelo a competir con el oscuro viento
y cada hebra tuya era una brisa de dedos largos
cuando una sonrisa era blanco estandarte y bandera.

Pero los tiempos cambiaron
y se hicieron tus pechos - del acero - esclavos;
Y en tus manos, antaño melodía acariciadora,
nacieron por dinero zarpas inquisidoras
cuando tu risa se tornó dentellada vendida a medida
de tu ganancia postrera.

Medias de seda, bolso de piel de vergüenza
y las ganas ahogadas en el fondo de un vaso
uniforman tu asco, nacido desde la misma garganta
donde un collar te reclama como perra del que quiera.

Nunca has vuelto a ser tú bajo las pinturas de guerra
y ya no compites con el viento,
excepto para traerte borracha en su regazo
con su silbido solitario en una madrugada cualquiera.

Medias de seda, zapatos de aguja como el rencor
y la calle, a unos pocos pasos, que te espera.